a Emily Brontë
El corazón de aquella tierra
la hizo mujer. Salvaje
como el espíritu del páramo
que había animado
sus fantasmas, Emily creció
hasta coserles una voz
para la boca
familiar de esas sombras
que soltaban un rugir
de sueño indecible.
Oliendo a paño
boradao al sol el paso del viento
le despeinó su agonía. Con la mueca
cotidiana de quien muerde
la miga doméstica
de las palabras.
Ya poblado de silencios
un perfil de mujer seguirá
hamacando el tejido
sobre la falda
vegetal de la tierra
que entibió
el atardecer.
-Silvia Palferro-
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