La poesía, estado afiebrado, de necesidad, un rayo inevitable
Integrante de la Generación Poética del '60, junto con Juan Gelman, Héctor Negro y Carlos Somigliana creó el grupo El pan duro. El recuerdo de quien fue su amigo.
Cuando muere un poeta el día se quiebra, pierde presente y se hace memoria
de las palabras escritas, y de lo compartido. El día no vuelve a ser lo que era
o lo que podía ser, uno sigue haciendo como que el universo sigue su curso, pero
no, porque sencillamente ha muerto un poeta. Hace poco más de un año me llamó el
poeta Rubén Derlis para avisarme que el poeta Hugo Ditaranto había fallecido el
10 de abril. En 2013 la Generación Poética del '60 se quedó sin una de sus
figuras. Además de leerlo, conocí personalmente al poeta, y por muchos años
fuimos amigos.
Hugo Ditaranto nació en Buenos Aires en 1930. Publicó Agropenario (Premio
Fondo Nacional de las Artes), 1964; A pesar de todo (Premio Hoy en la Cultura),
1965; Cal y sombra, 1966; Álbum de familia, 1970; Los procesos, 1981; Fernando,
un perro de verdad, 1983; Esperando. Cartas a mi hijo, 1993 Antología de lo
publicado (1964-1970), 1993; La mandrágora alucinada, 2000; La vera historia del
Bero (en colaboración con Pedro D'Alessandro), 2001; Un país para el olvido (al
sur del purgatorio), 2001; Los desastres de la guerra, 2005. Trabajó muchos años
en un libro donde recopiló los cuentos cortos que, según él, estaban ocultos en
la obra completa de Domingo Faustino Sarmiento. Para semejante pesquisa contó
con la colaboración de Marisa Escobar y Pablo Kantor. Se publicó en mayo de
2011.
Fue de tener dos oficios en la vida, fue maestro de escuela y fue poeta
desde pibe. En una entrevista que le hice hace unos años, decía: "Un día en el
barrio de Liniers donde yo vivía, en El Trébol, tendría 11 años, los chicos
querían jugar a la pelota en la calle, llovía, y mi vieja no me dejó. Me tiré
sobre el piso de pinotea del comedor a dibujar, y veía el día gris y escuchaba
que los chicos me llamaban, todo me parecía una injusticia. De pronto mi vieja,
que planchaba mientras escuchaba la radio, me chista y me dice que no interrumpa
porque viene la novela. Me dio tanta bronca que abajo del dibujo escribí algo
que decía "Día gris hoy te aborrezco..." y me di cuenta a partir de ahí de que
podía expresar mejor mi bronca interior ante la injusticia con la
escritura."
Ditaranto tenía un puñado de escritores queridos, poetas: José Pedroni,
Juan L. Ortiz, Raúl González Tuñón, Enrique Banchs, Antonio Machado, Rimbaud,
Eluard. De pibe vivió muy cerca de la casa de Elías Castelnuovo, con quien tuvo
trato. Siempre contaba una anécdota, él caminaba rumbo al tranvía de la mano de
Castelnuovo y otro hombre, de sombrero, lo llevaba de la otra. Lo supo después,
el otro hombre era Roberto Arlt.
Durante el servicio militar conoció a un colimba que recitaba a Eluard en
francés, era Juan Gelman. Hugo Ditaranto fue el creador y fundador junto con
Gelman, Héctor Negro, Carlos Somigliana y otros poetas, del grupo El pan duro.
Cuando se celebraron los 50 años de la aparición del primer libro de Gelman
Violín y otras cuestiones (1956), editado por el grupo, el poeta convocó a
Ditaranto para que fuera uno de los oradores. Estaba nervioso frente al convite.
Pero estuvo mucho más nervioso cuando fue invitado a dar su opinión sobre el
libro de José Saramago El evangelio según Jesucristo en una universidad
española, dentro de un encuentro de estudio de la obra del portugués notable.
Paró en el mismo hotel donde se hospedaban Saramago y su mujer, Pilar. Se
hicieron amigos. Cuando conocí a Saramago le dije que era amigo de Ditaranto, a
partir de ese momento, los Saramago me trataron como a un amigo. Cada vez que
pasaban por Buenos Aires me recibían con tiempo y atención. Para el primer
encuentro Ditaranto me llamó para decirme que Saramago nos esperaba en una hora.
Y así fue, los cuatro en una mesa de café.
Me llamó otro día para decirme que el poeta David Álvarez Morgade había
muerto. Me pidió que lo acompañara. Fuimos hasta una casilla de madera en Lomas
de Zamora. Ditaranto contó que una noche encontró a David en San Telmo. Estaba
sentado en una vereda. David dijo parte de un poema y agregó: "Hace siete días
que no como, hermano." Álvarez Morgade era un personaje al margen. Su obra
poética, la que se salvó de la destrucción que ejecutaba su autor, se conservó
en manos de amigos. Una amiga y vecina le entregó a Ditaranto dos bolsas de
plástico con papeles sucios de barro. En 2008 Ditaranto publicó, en seis
pequeños volúmenes, la obra de David. Un gran esfuerzo, no se resignaba a que
quedara inédita la palabra de este gran poeta.
Hugo Ditaranto fue uno de mis maestros en el oficio de la escritura. No me
enseñó el lugar en donde poner la coma, fue maestro a través de charlas en sus
sucesivos departamentos alquilados. Él me enseñó sobre el compromiso ético con
la palabra. Me enseñó que uno no puede ser una veleta a la hora de las ideas.
Aprendí de él que en toda escritura hay un momento de arrebato, aprendí a
disparar la línea a la manera de los poetas, mientras transito el aroma de las
ideas que circulan en la prosa, que tiene otro tiempo, por reflexiva, por
reposada en su construcción, y esto lo aprendí de mi otro maestro: Gabriel
Montergous. Ditaranto decía en 2006: "El poeta escribe por un problema interior,
todos los presos escriben poesía, un tipo enamorado escribe poesía, o la afana
para la mujer que ama, la poesía es estado afiebrado, de necesidad, algo que no
podés evitar, es un vómito, una centella, un rayo, que te pega y lo tenés que
largar. No hay otra forma."
Su padre, Tomás, fue artista plástico dueño de una obra destacada.
Ditaranto tiene un poema dedicado a su padre que guardo en la memoria.
Casualmente el escritor Mario Paoletti, "el amigo" del poeta, lo eligió para
incluirlo en su despedida al Tano: "El cielo es más azul / y la noche más noche.
/ Se perfila un violeta / que muere en bermellón. / Hay una tibia calma /
mirando los contornos. / Se fugaron los límites. / Un amarillo sepia / reina
sobre todas las cosas. / Cuando llega el otoño / me acuerdo de papá."
Hacía años que no nos veíamos, tuvimos diferencias de opinión, como a veces
ocurre entre hombres. El poeta se guarda en mi memoria. «
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