El
15 de septiembre de 1931, en el diario Jornada se publicó una crítica adversa a
una actuación de Gardel. Vale la pena reproducirla completa por varios motivos.
Para empezar, no era frecuente que el Zorzal recibiera un comentario
desfavorable; menos aún, tratándose de un amigo como Carlos de la Púa. Pero
además esta crítica nos describe cómo era una presentación teatral del gran
cantante y cómo solía reaccionar su público.
CHÉ, CARLITOS. ..LARGÁ LA CANZONETA
CHÉ, CARLITOS. ..LARGÁ LA CANZONETA
Anoche andábamos en banda por
la ciudad con Discepolín -el punto más alto de la emoción milonguera- cuando
llegamos al Broadway para oírte cantar. Desde la vereda de enfrente, para que no
se nos piantara ninguna letra ni un detalle ni un foquito, campaneamos con
orgullo el cartelazo yanqui que se fajó el amigo Álvarez en tu honor, en el
frente del rascacielos "crioyo", y en un estado de ánimo macanudo entramos para
oírte de nuevo, para escucharte con verdadera devoción, con profunda fe
milonguera, embargados por el recuerdo porteño de tu voz que alumbró una hora
"Iunga " y querida de nuestras vidas. Desensillamos en una platea
pullman, tiramos el lente a la sala, que presentaba un aspecto magnífico, llena
de mujeres hermosas, de puntos filipinos y tibia de entusiasmo. Pasaron unos
minutos, que nos parecieron años por la ansiedad, cuando entre una descarga
nutrida de aplausos apareciste vos... más pibe que nunca, más camba
que siempre, repartiendo sonrisas como si fueran mangos.
No hay nada que hacer Carlitos: Sos grato de verdad, sos canchero y entrador
como ninguno; la sala entusiasma da aclamaba a su ídolo y fue entonces
cuando, ante ese sostenido palmear de manos blancas de mujer y de curtidas
manos de hombre, advertí el mejor homenaje a tus condiciones
indiscutidas de cantor típico de un pueblo como el nuestro, taura para el amor y
taura para el arte. Hicieron un paseíto preliminar las violas y en medio de un
silencio impresionante tu voz de oro, tu voz que desde los piringundines reos de
la ciudad arrastró con todos los corazones que encontró a su paso, fue poco a
poco elevándose, transfigurándose, recorriendo toda la gama de la emoción hasta
culminar en un sostenido final que hizo estallar la sala de aplausos.
Ni una sola mano se quedó quieta: hasta los acomodadores aplaudían a
la calandria criolla que tan alto hacía "tayar" el sentimiento. Después del
primer tango vino otro, después otro, luego una ranchera y después... cuando la
sala enardecida de criollismo en una hermosa confusión de chicas fifís y de reos
pedía a gritos Mano a mano y Confesión... vos, Carlitos Gardel, el brillante
puntero de nuestro corazón "orre", te adelantaste y con la misma serenidad y con
la misma entonación que ayer ponías para decir: "Ahora voy a can tar un tango",
dijiste: “Ahora voy a cantar una canzoneta napolitana..." Bueno, mirá, viejo,
si en una de mis andanzas por el viejo mundo lo hubiera encontrado al Viejo
Vizcacha del Martín Fierro fumando cigarrillos Camel, no me hubiera causado
tanta sorpresa. Nos miramos con Discépolo y con nuestro lengue que
sólo estaba acostumbrado a almacenar mocos, nos secamos una lágrima.
No podíamos creer lo que escuchábamos, ahí mismo sobre la Calle Corrientes, frente al público porteño que nunca le importó, tal vez, sino tu corazón y tu entonación porteña, donde vibra el alma de nuestro pueblo; vos, Carlitos Gardel, anunciabas una canzoneta. Parecía imposible y sin embargo era verdad.
Mirá, morocho, por llamarte como los muchachos de antes: Vos sabés bien que yo soy un amigo sin grupo, que en estas mismas páginas que la trabajan de recién nacidas me he jugado muchas veces en tu defensa, para señalar a cada rato la diferencia enorme que hay entre vos, milonguero clásico, y los otros milonguero de handicap.
Vos sabés bien que soy incapaz de tirarte, porque sería tirarme contra algo mío, como son las cosas que vos cantás y que te dieron nombre, pero siento la necesidad de decirte esto, que me sale del corazón: Largá las gringadas esas que serán muy bonitas pero que nosotros no las concebimos cantadas por vos.
No profanés, hermano, las cosas nuestras que te dieron gloria y guita alternándolas con esas macanas, que no nos interesan, no las sentimos y que...bueno.
No te dejés engrupir, Carlitos, largá a tiempo antes de que se pase el santo por el elemento rante y empiecen a disminuir los discos, que bien sabés que no los compran los bacanes.
Hacé como yo, que dejé el chamuyo inglés al desembarcar, junto con la propina del camarieri de a bordo.
Pensá que mañana se te puede pinchar un neumático y cuando te quedes en yanta... el amor del pueblo vale mucho, por eso no tenés que dar motivo para que pueda echarte nada en cara.
Tu querida Buenos Aires, la Calle Corrientes, La Cortada, los burros, el tango, la milonga, ésa es tu vida, tu verdadera vida; todo lo demás es grupo.
Abrite de esas cosas raras y algún día me lo vas a agradecer.
Carlos de la Púa.
No podíamos creer lo que escuchábamos, ahí mismo sobre la Calle Corrientes, frente al público porteño que nunca le importó, tal vez, sino tu corazón y tu entonación porteña, donde vibra el alma de nuestro pueblo; vos, Carlitos Gardel, anunciabas una canzoneta. Parecía imposible y sin embargo era verdad.
Mirá, morocho, por llamarte como los muchachos de antes: Vos sabés bien que yo soy un amigo sin grupo, que en estas mismas páginas que la trabajan de recién nacidas me he jugado muchas veces en tu defensa, para señalar a cada rato la diferencia enorme que hay entre vos, milonguero clásico, y los otros milonguero de handicap.
Vos sabés bien que soy incapaz de tirarte, porque sería tirarme contra algo mío, como son las cosas que vos cantás y que te dieron nombre, pero siento la necesidad de decirte esto, que me sale del corazón: Largá las gringadas esas que serán muy bonitas pero que nosotros no las concebimos cantadas por vos.
No profanés, hermano, las cosas nuestras que te dieron gloria y guita alternándolas con esas macanas, que no nos interesan, no las sentimos y que...bueno.
No te dejés engrupir, Carlitos, largá a tiempo antes de que se pase el santo por el elemento rante y empiecen a disminuir los discos, que bien sabés que no los compran los bacanes.
Hacé como yo, que dejé el chamuyo inglés al desembarcar, junto con la propina del camarieri de a bordo.
Pensá que mañana se te puede pinchar un neumático y cuando te quedes en yanta... el amor del pueblo vale mucho, por eso no tenés que dar motivo para que pueda echarte nada en cara.
Tu querida Buenos Aires, la Calle Corrientes, La Cortada, los burros, el tango, la milonga, ésa es tu vida, tu verdadera vida; todo lo demás es grupo.
Abrite de esas cosas raras y algún día me lo vas a agradecer.
Carlos de la Púa.
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