Tomás Abraham
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“El saber y el poder no existen como tales. Los que sí existen son los sabios y poderosos, que necesitan de un relato que imponga una creencia que los legitime. Un filósofo se dedica a ‘desrrelatar’, a ‘contraopinar’, a no creer en lo que él mismo piensa. Pensar es como respirar, la falta de aire lo acaba, lo silencia, lo aplasta. Y los voceros del saber y del poder instituyente, quieren que creamos, no sólo eso, sino que lleguemos a la cumbre de la creencia: la adoración”. Más adelante señala: “La miseria del pensamiento nace cuando todo se dirime en el pro o en el contra. El diagrama que divide el campo intelectual en trincheras a este miserabilismo. Por eso es el coto preferido de protagonistas mediocres. De sicofantes, burócratas y voceros del aparato”.
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